La siete de la mañana, quedan 15 minutos para que suene el gallo que me ha de despertar, en lugar de eso un estruendo de sirenas puebla mi cabeza y no puedo distinguir las que son de la poli, ambulancias o de los bomberos. Todos se dirigían al ambulatorio y parecía que otros tantos iban desde allí hasta otros puntos de la ciudad. Subí las persianas de un sólo golpe y me asomé a la terraza. Una vez pasó el reguero de sirenas empecé a ver un grupo de figuras que corría calle abajo. Un fragmento de silencio precedió a lo que podría llamar antesala del pánico. Un hombre de unos treita y cinco años corría en solitario gritando al grupo que iba delante - ¡Corred!, ¡corred! - decía sujetándose el brazo que sangraba abundantemente. Poco después el grupo estaba en nuestro portal llamando al telefonillo. Uno de ellos me vio
-¡déjenos entrar¡ ¡Por favor!
-¿qué ocurre?-dije, intentando relajar el cada vez más acelerado ritmo cardíaco.
-¡Abra la puerta!- el hombre estaba completamente desesperado- Poco a poco los vecinos del edificio salían a sus terrazas y de vez en cuando se escuchaban lamentos horrorizados, les di el número de mi portal 2002 y botón de campana. Cuando les observé por el telefonillo estaban aterrorizados, entraron a trompicones ansiosos por mantenerse alejados de algo o de alguien. Poco después los vecinos estaban en las áreas comunes del edificio como si una reunión se hubiese convocado repentinamente.
-¿qué está pasando aquí? - dijo Natalia, una de las vecinas del portal 14 - He visto como un hombre era sepultado a golpes por una multitud, y como la Guardia Civil disparaba contra todos ellos.
-Señora, no se que coño ocurre, ni se por qué la calle que lleva a la estación está colapsada por autobuses volcados, ni se por qué nos persigue una multitud de gente enloquecida, pero sólo quiero ponerme a cubierto porque...
Un golpe seco se escuchó en las puertas de la comunidad y entonces los vi. Hubiera querido que no fuese así, hubiera deseado no haberme preguntado muchas veces como podría pasar, pero ahora tenía que enfrentarme al hecho de algo tan impensable como fácilmente imaginable por una persona tan friki como yo. En pijama, con zapatillas de deporte estaba contemplando a un zombie de verdad. Ahora presuponía que cualquier paso que diésemos tendría que ser medido, estudiado y que lo que nos separaba de ellos era una puerta poco resistente y mordiscos inoportunos.
-¿os han alcanzado a alguno de vosotros? ¿estáis heridos?
-Yo escapé por los pelos, dijo un hombre de traje con el brazo ensangrentado. Pero sólo tengo un rasguño.
-Bien, tiene que venir conmigo a los trasteros, creo que de momento no se puede quedar con nosotros.
-¿qué estupidez es esta?, Estoy bien apenas me han hecho nada...
-Bien, si no me equivoco le han mordido.
-Si, pero...
-¿Está mareado? -le corté sin dejar que se explicase
- Es normal... yo...
-No, le aseguro que esto no es normal. Cogí su brazo con rapidez y pude comprobar que toda la herida estaba en muy mal estado, todos los presentes lo secundaron con un alarido de sorpresa, algunos se santiguaron. - Mirad, yo no voy a deciros cuando ni como, pero estoy seguro que a poco tiempo que pase este hombre estará mirando con los mismos ojos grises de muerte con los que nos miran esas cosas de ahí fuera.- Los zombies empezaban a agolparse en la puerta y nos habíamos refugiado en las escaleras que llevaban a los trasteros.
-Tenemos que llevar a este hombre a los trastero y encerrarle por nuestro propio bien. No es discutible.
Todos estaban callados y el hombre del brazo mordido cada vez estaba peor, perdía el conocimiento y se tambaleaba. Le encerramos con alguna provisión y con la luz encendida. Después de eso subí a casa, me vestí, hice un pequeño equipaje, cogí las llaves del coche y me dispuse a salir de allí. El garaje estaba vacío, había cogido todas las conservas y la comida que pude. El depósito estaba prácticamente lleno así que eso podía ser un alivio. Cuando abrí la puerta del garaje había un montón de zombies que venían hacia mi coche, les arroyé sin pensarlo dos veces, el coche aguantó por los pelos y por poco salí de allí.
El panorama en las calles era perturbador, las ambulancias habían dejado de sonar, los zombies estaban por todas partes, los edificios con gente estaban atestados de ellos. Mientras la mayoría alucinaba con lo que estaba viendo yo intentaba huir de allí antes de que todo se fuese al traste.
Como sabía que las principales vías, así como los caminos al hospital iban a estar perdidos me dirigí a la zona de los polígonos en dirección a la carretera, allí todo parecía fluir con normalidad, pero el tráfico era curiosamente lento. La Guardia Civil cerraba las salidas a Valdemoro, Pinto...
Por la A-4 en dirección sur comenzaban a llegar camiones del ejército y había helicópteros que se dirigían a Valdemoro. Era evidente que algo había ocurrido en mi pueblo... Mi pueblo era un lugar, ahora sólo era un campo de batalla.
No me arrepentía de haber dejado a aquellos asustados vecinos atrás, no me arrepentía de haber encerrado a un hombre en mi trastero, no me arrepentía de haberle robado la cartera, la supervivencia era lo único que me importaba y costase lo que costase iba a sobrevivir.