6.11.21

Historias para no Dormir - Sorogoyen, Plaza, Ortiz, Cortés



Esta noche he visto las nuevas Historias para no dormir que han hecho un puñadito de directores españoles. La serie que comenzó Chicho Ibañez Serrador y citada por ellos como mítica renace y se renueva en estos cuatro episodios. He podido dormir, todo hay que decirlo, no he tenido pesadillas y me he despertado más bien tarde, así que se puede decir que la serie no cumple las expectativas, es publicidad engañosa, y lo digo así, de forma tajante, apuntándome al carro de los buenos tuiteros: desagradable, negativo y cerril. Bajados ya los humos empezaré a comentar un poco los capítulos.

El Doble - Rodrigo Sorogoyen

La historia de un matrimonio cool (apartamentazo que tienen, ojito) viviendo en una especie de mundo distópico y pandémico. En el contexto vemos como muchas personas (que se lo pueden permitir) utilizan dobles comprados para asistirles en su vida diaria (o lo que es más acertado, para evadirse de ella) El relato nunca cae en la trampa de explicarse, de justificar qué suerte de tecnología es necesaria para conseguir las réplicas, ni falta que hace porque lo fundamental de la historia es contemplar la fuerza emocional que surge del conflicto entre humanos y dobles (y viceversa). Resulta una historia perturbadora, inquietante que deja ese poso de mal rollo que Sorogoyen ya nos dejaba con Stockholm. Es el relato más cercano a la ciencia ficción de los cuatro (Algo de Philip K. Dick o Brian Adliss hay por ahí) , en la línea de los poderosos episodios de Black Mirror.

 

Freddy - Paco Plaza

Plaza es uno de los directores del género con mayor repercusión del cine actual, habiendo logrado junto con Jaume Balagueró crear una saga trascendental en el terror de los últimos tiempos, REC. En esta ocasión nos trasladamos a 1982, con Naranjito incluido, dentro del rodaje de la serie en la que estamos. Esto hace que el episodio gane en simpatías, reivindicando la ya célebre queja de Chicho de estar trabajando con medios limitados, pequeña broma que repite en varias ocasiones. La historia nos narra las peripecias de un actor pésimo incapaz de extraer una buena interpretación (cómo me recuerda al Nino de Muertos de Risa). Dicho actor recurre (Chicho mediante) a un muñeco ventrílocuo que se esconde en un baúl muy siniestro. Es maravilloso ver como la narración se mueve entre el humor negro, la tensión y el horror estilo Darío Argento hasta llegar a un desenlace muy deudor de El Resplandor de Kubrick en el que se subraya la locura que parece morar dentro de André. Me parece un episodio muy disfrutable.

El Asfalto - Paula Ortiz

Paula Ortiz (La Novia) dirige una historia escrita por Rodrigo Cortés y Manuel Jabois en la que un repartidor de comida se queda atrapado en el asfalto. Aquí paro para reivindicar la actuación de Dani Rovira, que me parece soberbia, contiene la pulsión fundamental de lo que nos quieren contar, un ciudadano medio desapareciendo en la gran ciudad. Dani Rovira es un cómico, si, no es Al Pacino, no, pero porque sea cómico y trabaje en cine no hay que exigirle que sea Al Pacino, en esta ocasión hace un trabajo excelente. Ese es el fundamento de la historia, Baldo tiene poca gracia porque no tiene que tenerla, es un personaje que trata de sacar el humor sin éxito, su vida está en un punto en el que no da la talla como pareja (en un nivel doméstico, malpensados), está ahí, en el borde, a punto de hundirse, y de hecho, lo hace. El relato no puede ser más Mathesson. El sentido del humor cínico y amargo de Rodrigo Cortés se cuela en muchos de los personajes y frases cortantes que pueblan el relato y me parece maravillosa y deliciosamente innecesaria la aparición de Arturo González Campos en esta historia. Me parece curioso que siendo una historia actual, muy contemporánea que se impregna de un aire distópico, la claustrofobia de los bloques de pisos, los espacios reducidos donde vivimos las personas que no tenemos una cocina de cien metros cuadrados o los trabajadores que llevan mochilas de comida como si se tratase de rocas dignas de un castigo infernal. Huele a Blade Runner, los callejones, la suciedad, los callejones claustrofóbicos. Me parece un cuento lleno de melancolía y poesía.

La Broma - Rodrigo Cortés (Davincito)

En el último me quedé dormido, pero porque tenía sueño, no tengo por qué justificarme, pero lo hago. Eso si, lo he vuelto a ver y me parece un ejercicio maravilloso de lenguaje. Cortés juega duro con el suspense, el punto de vista y el subtexto. La tensión que genera el propio ritmo del relato y el trabajo de los tres intérpretes es soberbio. Un trabajo excelente del que no te puedes perder ni un puto fotograma. Oro parece, plata no es... el que no lo adivine, tonto es... pero el que lo adivine, pues tabién. Ese es el sentido del humor del director y que nos lo pone en bandeja dentro de esta historia llena de ripios, giros y piruetas. No sé quién será el que se ría el último, seguramente no sean los tuiteros ávidos de poner a parir a alguien, pero creo que me ha hecho gracia todo. La cancioncita del final (Es un juego), los agradecimientos y la escena post-créditos. Yo me he reido, soy así de tonto.


Okterrorfest II, I si contamos desde que me lo inventé

 Un año más llegaba octubre (Llegaba porque esto ya es noviembre y hablar en presente sería un ejercicio de incoherencia) y me disponía a hacer una maraton de películas de terror de cara a Halloween (Yohago como los turrones, me anticipo). Como no sabía muy bien qué elegir me decidí a ver todos los especiales de La Casa del árbol del terror... he de decir que tardé poco en hacerlo. Y como no tenía ninguna temática a la que adscribirme o un hilo conductor, decidí ver de todo. Y coomo lo he hecho de mala manera, voy a escribir de mala manera.

He visto pestiños, clásicos, películas infumabes, obras maestras, piezas curiosas y algún que otro truño. He empezado sagas que mejor no acabar y otras que por desgracia acabé. He visto muchas tripas, sustos y tinieblas. Locos con ballestas que atacan a familias que cenan en su casa, hombres lobo que de tranquilos que estaban se comen a batallones de la fuerza real británica, operaciones secretas nazis que al final se van al traste, seres venidos de otros planetas feos como zurullos que salen del televisor (algo que tiene mucha lógica dada la calidad de la televisión actual). He visto ficciones bizarras de enanitos nacidos de protuberancias psicoplásmicas. Brujas enamoradas y tóxicas (lo cual las hace doblemente tóxicas), brujas poderosas que caen casi porque si. Tulpas muy currados que hasta ellos mismos se lo creen. Demonios que contratan detectives (mira tu que gracia, como diría Marcelus Wallace). Caperucitas rojas, psicópatas arquitectos muy muy muuuy perdiditos, científicos que reviven a los muertos o a partes de ellos. Gatos con mala uva y dueños con aún más mala uva. Un coche muy molón y muy posesivo y puede que poseido, no lo se, no lo dicen. He visto más pelis, pero no me acuerdo de la mitad. Hombres Lobo, Monstruos, brujas, psicópatas, casas encantadas, zombies, fantasmas... Ah, y vampiros sacerdotes que tienen una forma muy peculiar de ver los milagros, así les fue.

En definitiva, un Okterrorfest muy variado pero poco preparado y que repetiré cada año si puedo, claro.

25.5.21

La vida de los otros - Florian Henckel von Donnersmarck - 2006

 Dejar en el tintero películas que son fundamentales es un ejercicio al que me entrego con bastante asiduidad. En este caso la recomendación de ver esta cinta llegó de un lugar algo inesperado. Y sin más preámbulos empecemos.

La vida de los otros es una película alemana de 2006, ambientada en Berlín de 1984, fecha que no resulta casual ya que la situación que describe se centra en el aparato de vigilancia y represión del Estado en manos de la policía del estado stasi. En la historia que nos cuenta entendemos que el control de la vigilancia no corresponde a una maquinaria anónima o burocrática y aleatoria, los vigilados son víctimas de los impulsos personales de funcionarios corruptos con un interés personal en la caída de ciertos intelectuales molestos. Una de las virtudes del film es no convertirse en una exposición fría de esos medios de represión sino que a través del personaje principal, un oficial encargado de vigilar y descubrir comportamientos subversivos de un autor teatral. Lo que al principio se descubre como una actitud calculadora acaba deviniendo en una especie de reconversión heroica silenciosa. En ocasiones puede recordar a La Conversación de Coppolla o al menos en el concepto básico resuena en cierto sentido. En definitiva la peli funciona muy bien como un thriller dramático y político, también como historia de redención personal, igualmente como recordatorio de momentos de la historia en los que la libertad estaba mucho mejor definida en su ausencia que en el ejercicio de la misma en otros lugares supuestamente más libres. 

5.3.21

La Cura del Bienestar - Gore Verbinski - 2016

 Hacía tiempo que no me levantaba del asiento con esa media sonrisa de satisfacción al ver una película. Puede que para muchos no sea una obra maestra pero como sucede en ocasiones una obra vibra de una manera que acaba sintonizando con nuestro gusto, percepción o intereses. En esta ocasión creo que la atmósfera y la peripecia que se narra consiguió entretenerme de manera notable consiguiendo, como digo esa media sonrisa de satisfacción.

Lockhart (Dane DeHaan) es un empleado que trabaja para una firma del sector financiero en Nueva York. Sus jefes descubren unos trapos sucios con los que le chantajean para salir en la búsqueda de Pembroke (Harry Groener) cuyo paradero se pierde en un lujoso Balneario en Suiza. Lockhart se adentra en dicho balneario en el que desde el principio podemos ver que todo tiene un aspecto sórdido bajo la epidérmica pátina del lujo. Desde el mismo momento en el que envían a Lockhart se pueden seguir referencias fílmicas y literarias. El hecho de que sea un empleado el que deba "rescatar-capturar" a otro que parece haber perdido el juicio me lleva a pensar en El corazón de las tinieblas o su versión fílmica Apocalypse Now. Y el momento de la llegada a los parajes montañosos en los que se eleva el balneario recuerdan a los legendarios planos de helicóptero rodados para El Resplandor de Stanley Kubrick consiguiendo generar esa atmósfera perturbadora que envuelve a toda la película. Durante el viaje también nos cuentan el pasado ominoso del lugar. El portentoso castillo nos ayuda a familiarizarnos con la vertiente gótica de la película, un espléndido escenario en el que se suceden las macabras y delirantes experiencias del protagonista que a medida que profundiza en su búsqueda de Pembroke empieza a protagonizar su propio descenso a los infiernos. Hay una mezcla del horror gótico persistente en la atmósfera y un regusto a Lovecraft que para algunos puede parecer un pastiche insufrible de larga duración pero que cuando se sintoniza con la vibración de la película resulta una entretenida muestra de horror moderno renovado, lleno de fuerza opresiva que se deja ver tanto en la imagen como en ese manejo de ciertos sonidos (el crujido de las muletas de Lockhart me resulta penetrante e hipnótico) y sumergen al espectador en un relato de búsqueda deliberada de la locura. Hay también algo de Frankenstein en el conflicto entre el pueblo vecino y lo que parece ser un científico entregado a experimentos relacionados con la Vida.

Resulta muy entretenida, un viaje hipnótico a la cura del bienestar que me ha complacido.

22.2.21

Saint Maud - Rose Glass - 2019 Alerta Spoilers

Existe un camino arriesgado y perturbador en el relato cuando el protagonista de la narración es indistinguble de un villano. Sucede en Taxi Driver, Nigthcrawler o Henry, retrato de un asesino. Al tener que empatizar, o al menos ser testigos de lo que depara al personaje, nos ofrecemos para acompañarle en su particular camino, allá donde nos lleve. 

Parrafito con Spoilers, ojito...

En Saint Maud, Morfydd Clark interpreta a una joven enfermera que tras una experiencia traumática se entrega a la religión en su versión más fanática y flagelante (en el sentido más literal del término, ojo). En su empeño por convertirse en la "salvadora" de Amanda (Jennifer Ehle), una famosa coreógrafa a la que atiende en su tratamiento paliativo del cáncer, inicia un ascenso de purificación. Todo apunta a que asistimos a una película de crecimiento personal, intercambio de puntos de vista vitales, amistad a través de la redención mutua... el melodrama de enfermera-paciente, pero no, ay amigo, NO. Tras la amabilidad inicial y el acercamiento de las dos mujeres, nuestra Maud revela que su particular manera de ver la salvación pasa por algo no tan amable, el dolor. El dolor como expiación y castigo casi a partes iguales. Sus oraciones arrodillada sobre granos de maíz o las marcas de arañazos muestran que los métodos de Maud están lejos de ser amables y compasivos. Confiando en que sus actos y caminos están dando frutos Maud  arriesga en su desprecio al tipo de vida que caracteriza Amanda. La severidad de Maud la hace caer en desgracia y en una secuencia de lo más asfixiante se ve acorralada por el modo de vida "disoluto" de su paciente. Humillada y dolida regresa a casa para caer un poquito más. Como Job, ella se siente matratada por su señor y emprendiendo un camino de autodestrucción se entrega con desgana y apatía a los vicios nocturnos (Alcohol y sexo). Pero todo en esa escena es perturbador e incómodo, siempre bajo su mirada vemos a una Maud perdida en esa vorágine y entregada con desgana a su particular infierno. Es terriblemente incómoda una escena en la que unos jóvenes beben y ríen de forma casual y Maud, siempre aisalada, sola en una mesa, les acompaña riendo por mero reflejo, provocando en los comensales una especie de rechazo visceral que nos descuadra aún más. Pero nosotro seguimos acompañando a Maud en su caida. En ese momento vemos los vórtices en vasos de cerveza, algo que asusta a Maud y que tan solo ve ella. Es posible que en su retorcida visión del mundo y amparada bajo la tutela de su adorada Magdalena se empeñe en encontrar una suerte de castigo en el sexo que mantiene con un tipo que encuentra en el pub. Maud vuelve a casa y descendiendo un poco más en su infierno nos muestra como bajamos nosotros con ella. Ha caído muy bajo, su empeño es severo pero honrado, quizá no nos caiga bien pero ¿quién no ha estado perdido alguna vez? En esa noche en la que su pasado, su fe y su misión parecen fallar, asistimos a la revelación en la que una voz parece conminarla a actuar. En este momento asistimos a un momento místico para ella pero terrorífico para nosotros, en el sentido que los elementos fílmicos son propios de una película de terror. Es entonces que el espectador se disocia de la experiencia de Maud pero sigue acompañándola toda la película. Maud quema su top de salir, se viste con una toga, fabrica agua bendita y emprende su cruzada para salvar a Amanda... en realidad la asesina tras entender que estaba poseída por algún tipo de demonio. Maud ha competado su misión, el sufrimiento y las penurias empiezan a tener sentido para ella pues ha salvado a Amanda del demonio de si misma. Tras la batalla sólo le queda trascender, y en la playa, bajo una espiral ascendente se prende fuego, dejándonos una visión beatífica de lo que ha hecho: alas angelicales, baños de luz divina, gente arrodilladada, una visión beatífica, corte a plano detalle de Maud carbonizada, corte a negro. La trascendencia de Maud nos sitúa a nosotros en una posición muy perturbadora, y el malestar continúa con el desarrollo de la música de créfitos finales. 

 Los elementos del film son clásicos del terror, demonios, atmósfera inquietante, oscuridad, sucesos sobrenaturales, el amparo de la noche... Sin embargo lo que percibimos como una suerte de posesión demoníaca Maud lo asume como un acercamiento místico a la divinidad. El director, que juega siempre con el punto de vista, emplea elementos del género con la iconografía religiosa cristiana y nos ofrece una visión de la experiencia religiosa en dos direcciones opuestas, una a través de la devoción de Maud y por otra parte empleando una atmósfera inquietante y opresiva que tiñe toda la película. El resultado es un relato verdaderamente perturbador, que bien podría estar firmado por Paul Schrader al mostrarnos ese espíritu atormentado que emprende un camino de dolor en su búsqueda de la divinidad. La disgresión entre la experiencia de Maud y la perspectiva del espectador es muy incómoda ya que el director nos muestra siempre el punto de vista de Maud, en ningún momento tenemos la certeza de que sus experiencias místicas sean reales, siempre introducidas por un elemento fantástico de forma privada o sesgada, lo que hace imposible aseverar si lo que ocurre en pantalla es  un acontecimiento real o fruto de la mente de Maud. Para ella sus actos forman parte de una cruzada para salvar a Amanda (Jennifer Ehle) antes de fallecer y a su vez el camino de salvación propio ante Dios. La referencia de William Blake también dota a la película de ese misticismo inquietante que nos deja con muy mal cuerpo al terminar pero siempre con la sensación de haber presenciado una hermosa pieza de horror. 

Salvación, misticismo, soledad, tormento. Elementos combinados de manera magistral para elaborar una película que no te deja indiferente y que te arrastra sin casi parpadear a un lugar muy inquietante de la psique humana.