5.4.11

El Cementerio de Praga


    Desde que empecé a leer asiduamente todos los días quizá esta es la novela que más me ha costado terminar. He de decir que en un principio me resultaba un poco laberíntica y tenía unos recursos narrativos que no me esperaba y que hacía tiempo no encontraba. La impresión una vez que termino es similar a la que tuve leyendo From Hell o el Péndulo de Foucault, esto es, los hechos dejan de exixtir en el momento en el que se convierten en testimonios. De ahí podemos pasar a la manipulación e incluso a la más recalcitrante de las mentiras. En esta narración tenemos un curioso caso de variación de los puntos de vista que en un principio me supuso un quebradero de cabeza pero que sin duda añaden a la trama un interés considerable.

    La ficción se desarrolla a lo largo de la segunda mitad del Siglo XIX y tiene como escenario los movimientos revolucionarios de esta época, de ahí el protagonista actuará en consecuencia y dedicará su vida a la falsificación, el espionaje y el más elevado fraude jamás habido en Europa. Curiosamente no estamos ante un protagonista con el que podamos empatizar de ninguna manera. Sin duda asistimos perplejos ante los actos de este antihéroe todos ellos asentados en un odio irracional estimulado desde su infancia. A medida que nos sumergimos en su depravada visión de la Historia va cobrando forma un plan destinado a difamar y a denigrar a todo un pueblo, un ejemplo de inventiva que nace de ese odio comentado anteriormente y que fluye sinuosamente en manos de personas influyentes que lo promueven, lo apoyan y le dan credibilidad. En unas consideraciones finales Umberto Eco nos aclara que el único personaje inventado es nuestro protagonista Simonini, pero sin duda lo que nos da a entender Eco con esta aclaración es que la aversión del personaje es uno de los signos de la mentalidad reaccionaria que ve en el progreso una amenaza demoníaca a lo establecido. Dicho personaje no existió jamás, sin embargo los acontecimientos que derivan de esta narración son reales. En definitiva un sujeto que encarna los delirios de aquellos que trazaron las políticas antisemitas de los progroms o el holocausto nazi, locos simbólicos que nos ponen contra las cuerdas de la moralidad y los prejuicios para que tengamos la ocasión de analizar desde el sentido común y la reflexión dichas lacras psicológicas que aún no hemos abandonado del todo.

    Existe un desasosiego al leer El Cementerio de Praga, no hay victorias, el malo no recibe su merecido (es más, conocemos las conclusiones históricas de sus actos) y cualquier indicio de héroe literario es totalmente olvidado. Durante más de 500 páginas hemos sido testigos de la glorificación de un verdadero hijo de puta. No obstante, se nos permite reflexionar, el hecho de negarnos una catarsis no nos niega cualquier otro tipo de consideración que pueda surgir de la lectura de esta novela. Pero escrutar las conclusiones finales no es fácil, Eco para mi es un maestro en dejarnos mensajes sencillos dentro de tramas de aparente complejidad, la réplica que él da a una conspiración creada supuestamente creada por los Judíos para dominar el mundo lo acota a la mente de un ser lleno de odio y con talento para la flsificación. No es más que un collage del rencor hacia los que prosperan, de aquellos que tras sufrimientos y penalidades medran con su inteligencia y astucia representando una astilla para los que detentan el poder. Es al poder a lo que hay que plantar cara, sin duda sea quien sea, los privilegiados y los poderosos siempre van a tener en sus manos antes que nadie, los materiales con los que se crea la realidad de este mundo, así pues es nuestro deber cuestionarlos día a día.

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