21.1.17

Black mirror, reflejando el terror contemporaneo

     La tecnofobia a menudo puede resultar absurda, exagerada o fundamentada en creencias del tipo "eh, tío, esa cámara te roba el alma".

     Sin embargo el desarrollo tecnológico y el atraso de nuestra sociedad para evolucionar hacia el sentido común se juntan a veces para lograr unas distorsiones sociales que discurren en la inocencia para desembocar en lo aterrador. La intención de Black Mirror es navegar por las idílicas aguas de la utopía interactiva y darle una vuelta de tuerca hasta vislumbrar un reflejo oscuro de nosotros mismos. Si bien hay una clara relación con las magníficas series episódicas del tipo Alfred Hitchcock presenta o The Twilight Zone, en la que no existe una trama común a los episodios, si que reconocemos una clara vocación conceptual que aglutina todos los episodios. No se trata de los peligros de la tecnología, tanto como la reflexión de nuestra actitud como consumidores, espectadores y navegantes interactivos dentro del entramado de las redes sociales. Los planteamientos tecnológicos son tan sólo el McGuffin que nos da esa visión siniestra de una Humanidad hiperconectada. Ya sea como espectadores o individuos que tienen la posibilidad y libertad para ejercer juicios, amparados por el anonimato, nos presentamos como dignos lanzadores de la primera piedra. Tenemos el impulso de expresarnos sin considerar al receptor de un mensaje desagradable, dejando de lado consecuencias emocionales o consideraciones éticas. Es normal que al plantear escenarios tecnológicamente avanzados, en principio imaginados, veamos que existe una plausibilidad de los argumentos iniciales, sobre todo si reconocemos en muchos de los motivos tecnológicos unos dispositivos muy próximos a los que ya utilizamos habitualmente, dispositivos que nos "representan", a menudo como fieles compañeros, como púlpitos o como extensión de nuestra identidad más allá del cuerpo. En Black Mirror dicha identidad se dibuja descontrolada, frenética y a menudo despiadada tomando la forma de un monstruo colectivo representado por la comunidad como ente autónomo. Ya no se trata de entidades sobrenaturales, extraterrestres, enemigos declarados o catástrofes naturales que nos amenazan. Somos nosotros los que damos auténtico miedo porque se nos ofrece esa visión de los límites que estamos dispuestos a franquear hipotecando nuestra responsabilidad, y es una visión aterradora.
     Siendo una perspectiva que no deja de ser algo traslúcida, a medida que profundizamos en la era de la información y la interconexión, esa imagen empieza a verse nítida. Cada avance es un paso atrás. Cada hater, cada juicio airado, cada espectador curioso nos acerca más al espejo oscuro que se rompe en mil pedazos para ofrecernos una mirada al horror.

1 comentario:

  1. Justo hace un par de días vi el primer capítulo de Black Mirror y confieso que no me dejó con ganas de ver otro. No por ser mala serie, si no por el mal cuerpo que me dejó.

    La verdad es que era un fiel reflejo, llevado a una situación que parece inverosímil, de cómo es la sociedad en masa en cuanto a tecnología, voyerismo, hipocresía y falta de empatía real.

    Porque lo que me dio repugnancia no fue el acto del hombre ante la cámara, sino de los espectadores frente a la pantalla incapaz de apartar la mirada de ese espejo negro.

    Muy buen artículo, Jesús. Una alegría volver a leerte.

    Abrazos varios

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