4.9.09

Historias de Plinio. Diario de un vendedor de postales. Desconectada

Hola a todos

De nuevo estoy dispuesto a deleitaros con una postal de las muchas que hay en la tienda. Al margen de eso ha ocurrido algo curioso en la propia tienda. Hoy, como todos los lunes León ha traido su dosis semanal de postales y a mediodía ha venido un tipo larguirucho con un maletín plateado que ha entregado a León. Éste se ha puesto un poco nervioso al verle y sin una sola palabra cruzada, León ha cogido el maletín, ha entrado en la trastienda y se ha encerrado en su despacho. El tipo larguirucho se ha marchado sin inmutarse con nada, como si el mundo no fuera con él. Evidentemente, esto refuerza la idea de lo extraña y peculiar que es esta tienda.
Bueno, os dejo con otra de estas delirantes historias

Queridos Tío Ana y Luis

Os mando esta postal como gesto de recuperación, como podreis comprobar llevo tres días sin escribiros un e-mail, sin manda un mensaje por móvil y claro está, sin emplear ese lenjuaje abreviado que usaba hace tiempo. El doctor me ha dicho que el mayor progreso que puedo hacer es escribir manualmente una carta y contaros la historia con palabras completas. Hace cuatro años me compraron mi primer móvil y poco tiempo después conocí el acceso a internet. Poco a poco mi afición por la lectura se concentraba en los libros electrónicos, los blogs y material que había en internet. Me obsesioné con la red y dejé mi trabajo en la farmacia para trabajar desde casa para una web. Poco a poco mi vida social se fue diluyendo y las personas que amaba fueron dándose por vencidas en su intento de sacarme de mi adicción. Para cuando murieron mis padres ya era demasiado tarde, recuerdo que estabais horrorizados al comprobar que mi forma de hablar había adoptado la forma de los mensajes de texto del móvil y apenas podíais entenderme.
Al hablar conmigo por teléfono y daros cuenta que nisiquiera iba a ir al funeral por no salir de casa supisteis que todo había tomado un cariz intolerable. Cuando estrasteis en casa la escena era horrible, estaba sentada en mi silla, vestida con un top blanco y pantalones cortos, sin ningún mueble en la casa, sólo el ordenador en un tablero, yo en una silla. Todo estaba vacío, las paredes blancas, ni un hueco visible. Lo más horrible de todo es que subsistía, mi vida era normal de puertas adentro, pero todo era plano, para evitar distracciones. Me arrastrasteis fuera de casa y mis gritos ya se habían convertido en una cacofonía informática, mirasteis al teclado una vez más y os disteis cuenta que sólo existían teclas con unos y ceros. En ese momento desconecté. Pero esto no es lo que recuerdo en realidad, según me dijo el doctor, tuvieron que procesar mis recuerdos para que pudiese escribirlos, aún es pronto, dicen, para que vea algo humano en mi mente, pero sigo intentándolo, sigo tratando de desacerme de ese manto de cifras para volver a ser yo.

Os quiere
Sandra

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